La digitalización y las herramientas TIC se van asentando cada vez más en nuestro día a día, tiñendo cada uno de los aspectos de nuestra vida. En ese proceso de “modernización” y adaptación a los nuevos tiempos en el que vamos realizando la inmersión, también se incorpora y va tomando cuerpo la violencia de género digital, algo que es necesario presentar y dar a conocer.

La violencia de género digital está definida como toda agresión psicológica que realiza una persona a través de las nuevas tecnologías (correo electrónico, mensajería WhatsApp) o redes sociales, contra su pareja o ex pareja de forma sostenida y repetida en el tiempo, con la única finalidad de discriminación, dominación e intromisión sin su consentimiento, a la privacidad de la persona. Ejemplos de ello: insultar, amenazar, amedrentar, espiar conversaciones, cotillear fotos y robar contraseñas para crear perfiles falsos con los que humillar…

Se trata de un tipo de violencia que tiene una difusión inmensa e imparable. Todas las personas estamos expuestas a ella y sería importante que lo tuviéramos en mente ya que en el momento en el que se envía o sube una fotografía en internet, deja de ser tuya y pierdes el control sobre ella.

Esta forma de violencia de género, menos visible y a la que se le presta menos atención, afecta a un gran número de mujeres y también tiene graves implicaciones. Reproduce las agresiones verbales y psicológicas del mundo físico al virtual, aprovechando en muchos casos el anonimato de las redes.

En los últimos años diversos casos han saltado a los medios de comunicación, comenzando a dar los primeros pasos en la sensibilización de la opinión pública respecto a la gravedad de la violencia de género digital. En 2017, un hombre fue condenado a dos años y medio de prisión por instalar un software espía en el teléfono móvil de su pareja sin que ella lo supiera. Uno de los casos más graves fue el suicidio en 2019 de una trabajadora de la fábrica de camiones IVECO de Madrid tras la difusión no consentida de un vídeo de contenido sexual; el caso fue archivado al no descubrirse quién lo difundió. En 2020, la Policía Nacional detenía a un hombre en Logroño por agresión sexual y corrupción de menores hacia una joven con la que había contactado por un perfil falso en Instagram.

El Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (2022), ONTSI, adscrito al Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital a través de la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, ha publicado un informe dentro de la serie Policy Brief, sobre Violencia digital de género. Algunos datos que se recogen en ese informe son:
Las mujeres sufren en el plano digital continuas agresiones y delitos contra su honor e intimidad, un reflejo de la violencia a la que están sometidas en la vida real. La violencia de género digital acarrea graves consecuencias.

  • El 54% de las mujeres que ha sufrido acoso a través de redes sociales ha experimentado ataques de pánico, ansiedad o estrés.
    • El 42% de las niñas y jóvenes que ha sufrido acoso online mostraron estrés emocional, baja autoestima y pérdida de confianza.
    • Más de un 25% de las mujeres entre 16 y 25 años en España han recibido insinuaciones no apropiadas a través de redes.
    • En menos de una década, se han multiplicado por cinco en España los delitos de contacto mediante tecnología con menores de 16 años con fines sexuales.

Al igual que la digitalización va impregnando cada vez más cualquier faceta de la vida, la violencia de género basada en herramientas digitales puede representar un enorme obstáculo para las víctimas, que pueden incluso verse obligadas a abandonar el universo digital, con graves secuelas psicológicas, sociales y económicas.

El Parlamento Europeo ha estimado el valor económico para el conjunto de la UE de estas consecuencias en una cifra que está entre los 49.000 y 89.300 millones de euros. Este coste deriva de la pérdida de calidad de vida de las mujeres, el impacto en su situación laboral al no poder participar en igualdad de condiciones en el mundo digital o la atención médica que requieren. Esta estimación económica da una idea de la magnitud del problema.

Sin embargo, el coste social va mucho más allá, con un porcentaje destacado de mujeres en riesgo de exclusión digital debido a la violencia que se ejerce sobre ellas en este ámbito. La pandemia ha exacerbado este fenómeno.

El primer problema al que nos enfrentamos a la hora de analizar la incidencia de la violencia de género digital en nuestro país es la escasez de estadísticas. El Portal Estadístico de Criminalidad del Ministerio del Interior recoge, para el año 2020, 1.068 victimizaciones a mujeres por causa de acceso ilegal informático, 5.134 por amenazas, 1.069 por coacciones y 1.245 por descubrimiento y o por revelación de secretos. Las estadísticas oficiales mantienen una tendencia creciente.

Lo que el informe deja claro, es que estamos ante un problema de primer orden, que afecta a amplias capas de la sociedad, especialmente a mujeres adolescentes y jóvenes, dificultando a muchas de ellas el uso y disfrute de las tecnologías digitales en una época en la que son clave para el desarrollo personal y profesional.

Algunas de las consecuencias que ocasiona esta violencia son el daño a la propia imagen, al derecho al honor y la intimidad y los trastornos que ocasiona en la vida familiar, laboral o escolar, principalmente de las mujeres.

Por lo tanto, el primer paso para abordar la violencia de género digital es conceptualizarla y delimitarla; la prevención, atención a las víctimas y la persecución del delito, son las herramientas para erradicarla.

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