«Todo síntoma es, en lo esencial, un precipitado de significaciones referidas a diferentes dimensiones de la vida humana […]: historia infantil, sufrimiento psíquico, conflictos intersubjetivos (pareja o familia), fracaso social, situaciones de desamparo, rupturas con la realidad consensual, se presentan como las manifestaciones de un malestar que no se puede reducir a un determinismo absoluto, ya sea biológico, psíquico o socio-cultural. Los estudios epidemiológicos revelan un exceso de morbilidad -general y mental- femenina en la edad adulta […], lo que pone de manifiesto la necesidad de reflexionar sobre esta situación.» (Tubert en 2001).

Parece apropiado evocar el pensamiento crítico de la psicóloga y escritora Silvia Tubert relacionado con el objetivo de este blog y evidenciado en el propio título.

Las asimetrías de género pueden explicar la diferente prevalencia de sintomatología clínica que se recoge en los informes de salud. La OMS establece que el género es un factor determinante de inequidad sanitaria dada su influencia en la salud y el bienestar tanto en los determinantes de salud y en las conductas de salud, así como en la respuesta del sistema sanitario.

Las diferencias y desigualdades en salud se evidencian de forma clara en los “malestares de género”, haciendo alusión a la autopercepción de pensamientos, sentimientos y comportamientos que informan del estrés percibido, sentimientos de desánimo y miedo, rompiendo el concepto binario salud-enfermedad e incorporando nuevas dimensiones. Las relaciones entre los sexos y por lo tanto, las posibilidades de vida de las mujeres han cambiado en relación a las transformaciones socioculturales, que, lejos de suponer el alcance de la igualdad real, ha supuesto la construcción de nuevas cargas y discriminaciones: atractivo sexual, eterna juventud, delgadez, etc.

Cada vez se hace más evidente la necesidad de incluir estas perspectivas de estudio que nos permitan evidenciar los efectos de las relaciones asimétricas de poder sobre la salud, las diferencias entre los sexos. Como señala Carme Valls, los sesgos de género consisten en:

  • Extrapolar a la población general, es decir, a las mujeres, los resultados de investigación realizada exclusivamente con hombres: asumir que los factores de riesgo y protectores de la salud son los mismos para todos lo que comporta invisibilizar la morbilidad y mortalidad diferencial, agrupando muchos problemas de salud de las mujeres sin diagnósticos específicos como “síntomas y signos no específicos”.
  • Hombres y mujeres enferman de manera diferente: la salud de las mujeres se focaliza en el ámbito reproductivo y se psicologiza y medicaliza la demanda de atención sanitaria.
  • Enfoque clínico, fundamentalmente, biomédico y farmacológico: el malestar se patologiza y se medicaliza a muchas mujeres, ejerciendo también violencia institucional al carecer de un espacio de escucha en el que se pueda significar dicho malestar.

Este grupo de mujeres, que coincidimos por azar y que construimos el espacio género y salud, nos proponemos poner de manifiesto todas estas desigualdades en salud derivadas del género y animamos a toda persona que quiera leernos a considerar estas diferencias en las condiciones de vida y factores de riesgo, a visibilizar las discriminaciones que sufren las mujeres y a contribuir con la ruptura de los sesgos androcéntricos referidos para evitar las desigualdades en nuestra práctica clínica.

“La intensidad de los esfuerzos y contribuciones que hacen las mujeres, sin ser recompensadas en igual medida, es un tema particularmente importante que debe identificarse y explorarse” (Anand, 1995).

Artículo Equipo Género y Salud

 

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