El problema de la perspectiva de género en la práctica clínica y en la Salud Mental es que esto no se trata de una cuestión de ideología, o de opiniones subjetivas o de motivación individual, que es lo que sucede cuando se nombra el tema de género, sino que se trata de un tema de formación, de capacitación profesional y de calidad de las intervenciones que realizamos.
Esto se debería exigir desde las administraciones para la intervención y las buenas prácticas. Y nos lleva además a una cuestión que resulta muy relevante en nuestro medio, y es la no identificación de las violencias que no son reconocidas muchas veces ni por los equipos sanitarios ni siquiera por parte de las mismas mujeres que atendemos.
Quizá deberíamos reflexionar sobre que tenemos que hacer las cosas de forma distinta, abordar estos temas de una manera diferente y el reconocimiento profesional de quienes sí trabajan desde una perspectiva de género que redunda en la calidad del tratamiento.
En muchas ocasiones dichas profesionales se enfrentan a otras/os miembros del equipo que, o bien por falta de formación, y sobre todo porque no se les exige, mantienen actitudes que obstaculizan dicha implementación. Estamos muy lejos de que esto sea compartido de forma unánime entre el personal.
Hay que preguntar por los antecedentes de violencia de pareja, de expareja y de otros miembros, otras personas u otros actos violentos, como agresiones sexuales, acoso etc. Contemplar la violencia venga de donde venga. La formación resulta un eje fundamental, pero no parece que alcance una sensibilización adecuada para detectar a las mujeres víctimas de violencia de género y realizar un abordaje adecuado.
Se siguen encontrando barreras a la hora de atender a estas mujeres. Persisten los obstáculos de acceso a los recursos sociosanitarios especialmente para mujeres con circunstancias añadidas como son los problemas de Salud Mental. Una mujer migrada, que cuenta con antecedentes traumáticos en su infancia, que ha sufrido múltiples violencias, y que ingresa por riesgo suicida en situación de calle que la hace especialmente vulnerable a sufrir más agresiones debiera ser protegida por el sistema y no expulsada de un centro cuando se hace autolesiones superficiales como manera de manejar la ansiedad. El sistema está ejerciendo violencia contra estas mujeres al ser expulsadas de estos recursos. No ver esto es hacer una mala praxis y dificulta nuestra tarea asistencial.
Se trata en definitiva de dar un buen trato, digno, de calidad, no sólo por haber soportado tanta violencia y tantos tipos de violencias, sino por una cuestión de derechos humanos y de justicia. Ser bien tratada es algo que debería formar parte de los objetivos de nuestras instituciones. No se trata sólo de sensibilidad y capacitación profesional individual. Es algo colectivo.
Existen muchas dificultades de coordinación del trabajo en red, especialmente en nuestro medio cuando la atención de Salud Mental está desgajada y no integrada como el resto de la atención sanitaria. A esto se suma las dificultades de los recursos sociales que excluyen a mujeres con problemas de Salud Mental. Una doble victimización. Es necesaria la intersección entre atención, tratamiento y protección. El trabajo colaborativo y en red. Esto es indispensable porque sino nuestra tarea es inútil.
Equipo Género y Salud